miércoles, 5 de diciembre de 2012

AYUNOS (Guillermo Saavedra)

Bach no
creía
en Dios
del modo
en que
suele
pensarse
la fe.
Escuchando,
al menos,
sus Variaciones
Goldberg
—como Ella dice,
el cristal
de la luz
se expone
en ellas
en un solo
plano
de felicidad—,
se sospecha
que Bach
prefirió
los beneficios
de la duda,
una tranquila
incertidumbre
al cabo de
la cual
siempre
encontró la
prueba
de una existencia
divina.
Despojado
de la carga
de alimentarse
diariamente
de una imposible
certeza,
pudo escribir,
en el aire
ligero
de sus
polifonías,
la clara
y sencilla
alegría
de sospechar
que Aquel
está presente
de modo
discontinuo.
Y es esa
intermitencia
la que confiere
a los hiatos
de su ausencia
la voz de una
necesidad
que permanece
y que llamamos
música.


(La voz inútil, 2003)


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