domingo, 25 de noviembre de 2012

LA AVISPA (Francis Ponge)

(fragmento)

Himenóptero de vuelo felino, ágil -además, con apariencia atigrada-, cuyo cuerpo es mucho más pesado que el del mosquito y, sin embargo, sus alas más pequeñas en proporción, pero vibrantes y sin duda muy desmultiplicadas, la avispa vibra a cada momento, con vibraciones como las que necesita una mosca en situación ultracrítica (para desprenderse de la miel o del papel matamoscas, por ejemplo).
Parece vivir en un estado de crisis continua que la hace peligrosa. Una suerte de frenesí o de furor -que la hace también brillante, bordoneante, más musical que una cuerda en extremo tensa, en extremo vibrante y entonces ardiente o punzante, lo que hace su contacto peligroso.
Bombea con fervor y golpes de pelvis. Es jugoso verla en la ciruela violeta o caqui: un pequeño aparato extirpador particularmente perfeccionado, a punto. Y no es el punto generador del rayo de oro que madura, sino el punto generador del rayo (de oro y de sombra) que se lleva el resultado de la maduración.
Melosa, soleada; transportista de miel, de azúcar, de almíbar; hipócrita e hidromélica. La avispa en el borde del plato o de la taza mal enjuagada (o del tarro de confitura): un atractivo irresistible. Qué tenacidad en el deseo. Hasta qué punto están hechos el uno para el otro. Una verdadera imantación por el azúcar.

Traducción: Miguel Casado


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