jueves, 17 de enero de 2013

POR EL VERANO (Marylin Contardi)

El agua
es ese cuerpo vivo
que se desliza en nosotros
con la limpia sagacidad
de la serpiente.
En la sombra húmeda corre
con los ojos brillantes
bajo la luna, antes
de congelarse el rocío a la madrugada.

Esa aspereza
ruda y vívida que sentimos
no es para pensar que soportamos
inmerecidamente el arco voltaico
chispeando frente a nuestros ojos.

O el águila
navegando en la comba del cielo,
tangente al meridiano del astro
que deriva entre rumores de Universo.

Somnoliento, pesado, el verano
deja su estela en el aire. En el soplo
ardido del viento en la rama.

La música del ocaso
se oye vibrando en la cuerda única
de las acacias.

Frente a la puerta
la luz sale a cazar figuras
con dedos invisibles.

Cae la mariposa
en la llama, revolotea el pájaro
bajo la red, se desangra por el ala.
Y el canto del verano
vuela sin inmutarse
por el ocaso violeta

condenado a vagar en su esplendor, aun
por encima de los incomprensibles sufrimientos.


(en El estrecho límite, 1992)

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